Después de 16 meses trabajando el blanco y negro, decidí que era momento de traspasar la barrera psicológica del color, y este retrato es la transición hacia esa nueva etapa. Y me refiero al uso del color como barrera psicolígica porque siempre me he sentido mas cómodo en el mundo monocromático y mi capacidad para entender el color y sus combinaciones siempre ha sido limitada y tampoco me he preocupado en desarrollarla. Y ya no me refiero al hecho de una limitación de género (siempre se ha dicho que el hombre sólo es capaz de reconocer 3 o 5 colores), sino real. Quienes me conocen bien, saben de mi limitación a la hora de combinar bien los colores a la hora de vestirme... hasta muy bien entrada la madurez, en la que el amor (que todo lo mueve), me impulsó a intentar resolver esta limitación y aprender los colores básicos que deberían poblar mi fondo de armario y sus combinaciones, no era de extrañar mi presencia algo zafia o chabacana, salvo cuando recurria al socorrido blanco, negro o gris.

Luego el color es el gran reto para mi y, con esta obra, me lanzo, sin miedo pero con un cierto recelo, a este nuevo camino. El tiempo mostrará dónde me lleva.

Pero como veis, el color sólo es anecdótico en esta obra. Es más su significado que su significante. Lo realmente desafiante en este retrato, lo más complejo para mi, o más bien lo que mayor esfuerzo me supuso, fué el cabello. El resto no llevó mucho trabajo.