Hoy Arturo no se despertó, y con ello hoy sus sueños no han podido hacerse realidad. Y todo su universo terrenal se agitó explosivamente desgarrando corazones, arrancando lágrimas y sumiéndonos a todos en una profunda tristeza.
De un modo similar al que ya nos resulta familiar, como resulta de la sociedad tecnificada en la que vivimos inmersos, una miríada de mundos interconectados por diversos grados de afinidad, se sumieron repentinamente en una triste oscuridad. En un instante, este universo de interconexiones que rodeaban la vida de Arturo, algunas cortas, otras más holgadas, se estrecharon bruscamente para abrazarle, en un intento desesperado de poder revertir lo acontecido.
Y como ya todos sabemos, porque la vida en su cruda enseñanza nos hace ver según pasan los años, en un instante todas nuestras prioridades cambian y todas nuestros sentidos se disparan desaforadamente, para sumirnos en una dolorosa e intensa emoción. Y un sentimiento de proximidad de aquellos a quién queremos y cuyo dolor, cuando es tan fuerte e intenso, nos envuelve como si de un gas tóxico se tratara, para impregnarnos de tristeza hasta el más recóndito rincón de nuestro ser.
Yo no conocía bien a Arturo, pero si conozco bien a Gema y a su marido, que es uno de mis mejores amigos. Y no puedo, ni quiero, evitar sentirme profundamente triste. Y en estos momentos siento que su familia se convierte en la mía. Y el dolor de Gema, Blas, y toda su familia más próxima, se convierte en mi desesperación por no tener la llave que pudiera abrir la exclusa de sus corazones ahora henchidos de tanto sufrimiento.
No es nada nuevo. No es nada que no conozcamos y sin embargo, voluntariamente, lo apartamos de nuestra consciencia. Porque tampoco puede ser de otro modo. Porque no podemos vivir teniendo presente permanentemente que nada, absolutamente nada, puede evitar que esta hermosa pero efímera vida, llegue, cuando ella decida, a su (por desgracia para los que nos rodean), doloroso fin. Pero esta voluntaria ceguera no impide que estos momentos desgarren nuestras entrañas, cuando no tenemos otra opción más que encararlos, con no más defensa que la que nuestro esqueleto emocional pueda proveer.
Y en estos momentos me siento impotente. Incapaz de aliviar ese inevitable dolor. Y sin pretender pecar de vanidad, me alzo humildemente en representación de toda esa multitud de amigos, para ofrecer a Gema y a su familia, nuestro más sentido pésame.
Estamos aquí. Muy cerca de vosotros. Vuestro dolor nos llega y nos conmueve. Todo nuestro pensamiento y todo nuestro corazón tiene, en estos momentos, el sólo propósito de poder aliviaros en la medida que sea. Nuestros brazos están en tensión listos para ayudaros a salvar ese accidentado sendero que no queda mas remedio que cruzar. No hay atajos, pero si nos dejais viajar en silencio a vuestro lado, quizás los primeros repechos castiguen menos vuestras, ahora doloridas, piernas.
Nada más que decir. Ahora me quedo en silencio. Un silencio respetuoso y amable con la única misión de poder haceros sentir que, como muchos otros, aquí estoy a vuestro lado.
Un fortisimo abrazo.