No quiero perturbar tu silencio pero no puedo conciliar el sueño, así que no tengo otra opción que descargar parte de esa emoción que me embarga sobre este lienzo en blanco. Estas tan presente en mi que casi te siento rebosando por cada poro de mi piel, al tiempo que el eco de tu voz sigue resonando dulcemente en mis oídos. No es licencia poética sino un hecho irrefutable que el sonido de tu voz, y tu dulce y musical risa, se repiten en mi mente como una adorable melodía.
Es maravilloso asistir en primera persona, como quien recibe un afamado premio, a ese espectáculo de fuegos de artificio que restallan en todo mi interior y me hacen sentir vivo, sentir pleno.
No hay palabras que puedan narrar este preciso y precioso momento. Me afano en conducirlo hasta mi pluma, pero es inútil poder captar su sutileza. Como un paño de la mas delicada seda acariciandote por dentro. Como la brisa de olor puro y fresco que colma tus pulmones en una inspiración que quieres que no tenga fin. Como la templanza y la magia que transmite la calidez de la chimenea en una fría noche de invierno, mientras te hipnotiza la irregular y brillante danza de las llamas. Como un ying que acaba de encontrar su yang. Como amor y odio reconciliados. Así me colmo yo de ti.
En ese preciso instante alcanzo a comprender, y sin ningún tipo de duda, que cada minuto vivido, cada lagrima derramada, cada temor temblado, cada grito ahogado, cada cicatriz cerrada o herida abierta... ha valido la pena solo por el hecho de haberme traído aquí. Ha merecido la pena por haberte traído a mi.
Lentamente pero inexorablemente! va cobrando fuerza la llamada de Morfeo, mientras tu abandonas mi consciente para acomodarte en el acogedor refugio que cariñosamente te he improvisado en mi inconsciente. Y es que si de algo estoy seguro es de que bajo ningún concepto, y en eso soy inamovible, acepto ni siquiera la idea de dejarte ir de mi lado, porque aunque apareciste súbitamente cuando ni siquiera te esperaba, ya no puedo entender mi yo sin ti.