No salen las palabras de este teclado (cómo ha cambiado el cuento ... siempre he leído “esta pluma”...). Sin embargo algo en mi interior quiere hablar. Comunicar. No se muy bien cómo ni a quién, pero sacar fuera emociones que se han amontonado en mi interior.
Sin embargo, por más que me esfuerzo no consigo pescar en mi mar interior, un mar embravecido y quizás algo turbio... Así que desistiendo del intento de ningún orden posible, dejaré salir las palabras sin ningún propósito, sin ninguna intención. Dejaré salir a aquellas que se acerquen, en este preciso momento, más a estos dedos, que hoy reposan torpemente sobre mi frío teclado...
Algo se avecina. No se qué ni de qué manera surgirá. Pero está ahí, latente, acechante. Del mismo modo que la calma que pronostica la posterior tempestad, siento un silencio ensordecedor en mi interior, a mi alrededor, que me intriga y en cierto modo también me incomoda. Como si estuviese rodeado de miles de espectros con los rostros desencajados mostrando su ansiedad y sus bocas abiertas desmesuradamente gritando silencios... No son susurros.
Vuelvo a la melancolía. A la felicidad de estar triste. Regreso a la soledad más cansado. Físicamente cansado. Retorno a la soledad de lo cotidiano. De los afectos corrientes, pero no por ello vulgares o intrascendentes. Y hoy, tras haberlo intentado, no es un buen día para escribir.