Despertar

El libro ha muerto!

En este artículo hablamos de cómo la tecnología nos puede transformar la experiencia de la lectura para que sea más ventajosa. Sabemos que título de este artículo te podrá causar rechazo. No te adelantes, quizás no sea así.

Todo avance tencologico, más aún cuando es muy disruptivo, tiene sus acerrimos defensores y detractores, sus luces y sus sombras. En el caso concreto de la IA existe un sentimiento generalizado de preocupación por el riesgo que puede suponer para nuestra sociedad, sin embargo no cabe duda que la digitalización de contenidos y el uso de tecnología para su mejor aprovechamiento, nos pueden reportar más ventajas que los miedos infundados a que nos dañe. Aquí vamos a exponer que esta tecnología puede ayudarnos en nuestro interacción con la palabra escrita y concretamente con su medio más convencional de su consumo: el libro.

La primera dificultad que encontramos en el mundo digital con el consumo del libro es que para la tecnología digital la estructura de libro como contenedor de información o conocimiento, no tiene sentido. Y quizás para nosotros, en un futuro no muy lejano, tampoco ¡Quién sabe!

Permíteme una analogía. Como ha pasado con los vinilos, cintas, CDs y DVDs frente a la música en streaming bajo suscripción, algunos optarán por la primera pese a que con la segunda tendrían mucho mas contenido. La realidad muestra que frente a disponer de una discografía limitada por los recursos propios, a poder disponer de una discografía casi infinita a un moderado precio mensual, una gran mayoría prefiere la segunda opción que, por otro lado, tampoco descarta la primera, como decía antes.

Centrándonos en nosotros como usuarios o consumidores de la información, yendo a lo que nos mueve a leer podríamos preguntarnos por qué o para qué lo hacemos. A mi entender hay dos motivos esenciales y relaccionados:

  • Por adquirir nuevo conocimiento o reforzar el actual.
  • Por el simple placer de disfrutar de la lectura y el rito protocolario que hemos creado a su alrededor.

El segundo caso sería el que mencionabamos antes y para el que el placer de mantener un libro entre las manos a la luz de una lámpara, cómodamente sentados en nuesto sillón, es algo para lo que el libro tradicional no tiene competencia.

Yo me identifico más con la primera opción que, como he mencionado, está relacionada con la segunda. Para mi es un placer adquirir nuevo conocimiento, por lo que disfruto de lecturas que a algunos les parecerían tediosas y aburridas. También entiendo que ocurre a la inversa: que cuando leo por puro placer también aprendo cosas nuevas.

Centrando la reflexión en el primer caso, el de adquirir conocimientos, la tecnología nos podría ayudar a consumir la información de un modo diferente. Un modo orientado a nuestras dudas, a nuestros gustos y preferencias que, en cada momento podrían ser diferentes. Podría guiarnos en una sesión de lectura alternando párrafos o frases de diferentes libros, diferentes temáticas y diferentes autores. Podría integrarse con diccionarios o enciclopedias públicas o privadas (Wikipedia, diccionario de la RAE, enciclopedia británica,...) Esto es algo que podríamos llamar "Experiencia inmersiva del proceso de lectura" o abreviadamente "Lectura inmersiva".

El primer paso en este cambio de paradigma de la lectura, ya lo dimos hace tiempo. Ya disponemos de proveedores que nos ofrecen servicios de acceso a libros digitales con unas bibliotecas maravillosas e inabordables pero, sin embargo, la experiencia de usuario no ha cambiado en los últimos 600 años. Cómo mínimo, desde la invención de la imprenta sobre el año 1440. Seguimos atados al consumo individual, secuencial y atómico del material bibliográfico.

Gracias al avance tecnológico y en particular gracias a la IA, tenemos la posibilidad de recibir la información que guardan los libros de una forma más eficaz, eficiente y productiva o placentera. 

El segundo paso hacia una lectura inmersiva sería deshacernos (desde el punto de vista del consumidor), de la ferrea y anacronica estructura de los libros. Si bien parte de su estructura resulta necesaria y práctica para asimilar su contenido (títulos, capítulos, encabezados, notas y poco más), otras partes resultan superfluas e incómodas para el lector, si su propósito fundamental es procesar y asimilar su contenido. Me refiero a las páginas iniciales y finales de los libros, portada y contraportada, tablas de contenido,... Todas ellas pueden formar parte de los metadatos de cada nuevo libro electrónico, respetando, obviamente, la visibilidad y los derechos de autores y editoriales. Yo no los cuestiono, más bien todo lo contrario, los considero imprescindibles. Aunque la IA generativa puede construir sus propios contenidos, los modelos de NLP o con rectamente los modelos masivos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés ), necesitan de información generada por humanos para construirse, y para ello son necesarios estos actores. Lo que por el momento se ha descubierto es que la mejora de los modelos de procesamiento del lenguaje natural, a partir de datos sintéticos (datos producidos por otros modelos de IA), acaban degradando a los modelos iniciales haciendo que los resultados producidos por ellos sean cada vez de peor calidad. Luego, por el momento, el humano es necesario en el proceso del entrenamiento de los modelos de IA, al menos si estos están diseñados para producir contenidos que van a ser consumidos por humanos. Otra cosa sería el lenguaje maquina a máquina, pero en ese debate tampoco vamos a entrar en este artículo.

El procesamiento digital de la información necesita de ciertos datos para explotar adecuadamente la información. Estos se convierten en metadatos: información estructurada o semi-estructurada, que permite guardar referencia a las fuentes, autor, fecha de publicación, datos de la editorial, tablas de contenido, organización posicional de la información, etc. Pero la información de valor, aquella por la que estamos dispuestos a pagar, está en el contenido, en el resto del texto.

La lectura inmersiva, como aquí la entenderíamos, sería la experiencia de consumir la información disponible en los libros (por supuesto respetando los derechos de autor), de una forma diferente centrada en el interés del lector. No sólo centrada en el interés o preferencias del autor o el editor. Por hacer una análogía, sería como en el caso de la música: del mismo modo que escuchamos una parte de una canción que nos evoca un recuerdo y decidimos seleccionar otra canción y así encadenamos una sucesión musical en base a nuestros deseos de cada momento, podríamos hacer lo mismo con la lectura: comodamente sentados en nuestro sillón o, gracias a la movilidad, en cualquier momento y cualquier lugar, donde tengamos conexión a Internet, podríamos comenzar con una frase o pregunta de partida que me llevaría a un determinado contenido de un autor y, a partir de ahí poder moverme en múltiples dimensiones siguiendo el orden cronológico de un determinado autor o cambiar a otro autor y contenido siguiendo el mismo hilo argumental...o cambiándolo a nuestra elección. Tambien podríamos tener la opción de que la IA nos sugiriera contenidos relaciones o incluso opuestos. Que nos ayudase a obtener diferentes perspectivas sobre la misma información y todo ello en la misma sesión y con la misma herramienta.

Volviendo a la perspectiva del lector, libros, contenido de páginas web, servicios de información en línea (Wikipedia, RAE, enciclopedias on-line,...), estarían todos integrados proporcionando una experiencia inmersiva del proceso de consumo de la información textual con propósitos cognitivos o lúdicos.

En la analogía con la música es cierto que hay diferencias en el proceso porque, pese a que podemos programar una secuencia de canciones a nuestro gusto (una playlist) y reproducirla mientras hacemos otras actividades, en el caso de la lectura, salvo en el caso de los audio libros (que no trataremos aquí, aunque podría aplicarse igualmente), no sería factible, por el hecho de que leer requiere toda nuestra atención. Si nos centramos en los medios digitales que son los que nos permiten un consumo más eficiente, el problema principal está en que no existen lectores de libros electrónicos capaces de ofrecer una experiencia inmersiva al usuario. Nos estaríamos refiriendo más a la experiencia inmersiva del proceso de la lectura: desde la elección inicial del tema de partida, hasta la finalización o pausa temporal del proceso, pasando por la selección dinámica de contenidos reales o sintéticos, la capacidad de navegación como hacemos en el contenido HTML de las páginas web, guiados por una IA que nos ayude en el proceso en función de lo que aprenda de nuestros gustos, preferencias y evolución o cambio. Dejaríamos de leer piezas atómicas, libros, para disponer de un servicio de lectura a la carta, personalizado para cada persona y cada momento. Una lectura que comenzaría en nuestra infancia y acabaría con nuestra muerte. Sería como tener un libro eterno, todo un continuo.

El último paso (o quizás penúltimo), es el que nos queda por dar.  Por un lado (el más sencillo), disponer de una herramienta que nos permita la lectura inmersiva, como aquí se ha descrito. Y por otro, conseguir un cambio en la forma en que los distribuidores de la información en contenido digital sirven la información para su consumo. Hay toda una industria que tendría que cambiar y adaptarse a este nuevo modo de consumo y, en este escenario descrito, el cambio es más extenso y profundo que en el caso del ejemplo que exponíamos de lo ocurrido con la música. Este cambio involucra de forma más directa a los autores. Implica que estos, los creadores de contenido, lo hagan de una forma diferente, sin estar atados a una estructura como la del libro, con más libertad y creatividad pero también con más vértigo porque habría muchas más opciones para comercializar sus creaciones y todo lo desconocido asusta... Sin embargo no es un cambio a peor para ellos, los editores y vendedores de contenido tendrían más opciones para explotar comercialmente sus productos. 

Y por úlitmo, subrayar que no es necesario esperar al desarrollo de ninguna tecnología para que ocurra lo que aquí describimos. La tecnología disponible actualmente permite hacerlo.



Nota final:

Mi interés en este momento vital es trabajar la palabra cómo portal de conexión con el ser esencial, pero no encuentro las herramientas adecuadas. Así que gracias a la iniciativa de Unicornios (u8s) vamos a intentar ayudar a construirlas. Otro proyecto para u8s: construir un prototipo de un lector inmersivo!



¡Feliz camino! 🌈🦄


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